martes, 14 de febrero de 2012

No eres tú, somos nosotros… 1- JVM y el PAN

Ser la primera presidenta de México – y aquí hacemos un sonoro acento en la “A” de presidentA – se ha convertido sin duda en la cumbre de la plataforma política de Josefina Vázquez Mota. De hecho es la cumbre, el desarrollo, las raíces, los fundamentos, la propuesta, etc. A la candidata panista se le ha acusado de muchas cosas. De no asistir a sus labores como diputada, de hacer fraudes en SEDESOL, de entregar instituciones a Elba Esther Gordillo, de ser operadora en el fraude electoral del 2006 y hasta de tener aretes carísimos. ¿Indignante? Sí, sin duda… ¿Sorprendente? Ni por un segundo. Por eso bien vale la pena hacerse una pregunta ¿Estaremos dirigiendo de manera correcta nuestras críticas? Yo entiendo a Josefina ¿Ustedes no? Por el amor de dios, estamos hablando de que la señora fue una chica Ibero, terminada de educar en el ITAM y que se afilió al partido “bien” de México desde hace ya bastantes años. ¿De qué otra manera se podría comportar? “Mmm ¿Aretes Bicego o alimentar inditos?” Come on!! ¿Dónde está la sorpresa? Así es ella, copia calca de todos sus similares a quienes simplemente les es imposible extrapolarse de sus intereses personales, siempre atentos de la acumulación de poder y riqueza. Desde un sentido de decencia y calidad humana, claro que amerita una severa crítica por sus descarnadas acciones pero el hecho de que una fruta esté totalmente podrida y agusanada, no nos puede quitar de encima, la responsabilidad que generamos en el momento en que tomamos esa fruta y le damos una buena mordida. La posterior queja por las fiebres y dolores de la salmonella es bien comprensible pero siempre estará ligada a la frase ¿pa’ que te lo tragas?
El problema no es Josefina, ni su campaña mujeril, ni sus fraudes. El problema son todos aquellos que aplauden como focas con cada pedazo de demagogia que llega a sus oídos. ¿Qué dice eso de nosotros como sociedad? ¿Será que por fin el cerebro se ha rendido ante los medios? Pongamos un ejemplo. Criticamos a la candidata por esconder el eslabón genético más débil de su familia (al menos en lo que al físico se refiere). Si uno lo piensa, ese no es realmente un problema y es casi intrascendente, salvo por las horas de terapia que su hija va a requerir para sonreírle al espejo. Esa no es la bronca. Lo dramático del caso es que vivimos en una sociedad que, para convencerla de votar por alguien, le debes esconder a la gordis de tu familia. ¿Por qué reaccionamos así? ¿Acaso alcanzamos un grado tan sublime de perfección física que exponernos ante un sobrepeso como ese, va a provocarnos incontrolables arcadas? No. La verdad es que el único estado sublime que hemos alcanzado es el de la sobrecogedora ignorancia y el estremecedor sometimiento ante el poder de la imagen sobre la reflexión. Necesitamos saber que estamos en manos de personas “mejores” que nosotros porque sólo así nos vamos a sentir seguros. Lo triste son la serie de parámetros que utilizamos para definir a alguien como mejor o peor. Si tiene mejor ropa que yo, si sale en las portadas de esas revistas, si sus hijas son agradables a la vista, si logró adquirir una holgadísima situación económica… ZAZ! La encontramos. Es como el chico que desea juntarse con los populares de la secundaria para ver si algo de ese encanto se le pega por osmosis. Si votamos por aquellos que nos han dicho, son “exitosos”, estamos del lado correcto. ¿Quién en la actualidad quisiera estar del lado de los nacos mediocres? ¿Acaso no escuchamos que la honestidad ha llegado a asociarse con la estupidez por no aprovechar las oportunidades? Y para mover estos hilos del aspiracionalismo, nadie mejor que el PAN. Es un partido que apela a los más lineales argumentos, en un país donde profundizar, básicamente es de hueva. “Si voto por los exitosos, soy gente bien” ”Si voto por los o las guapas, tengo un buen gusto” “Si critico a los jodidos, más me alejo de ser uno de ellos (Saludos a Fernanda Familiar)”. Todo es un gran truco y se juega con las aspiraciones de la gente vacía que necesita ser definida por una marca, un status y hoy en día, hasta una idea específica de género. “Votemos por Josefina porque es mujer” Elba Esther es mujer, Paty Chapoy es mujer, Laura Bozzo es… ¿?... si, si, es mujer ¿También votarías por ellas? Eso no es lo relevante, si un mandril me probara su conciencia social y el interés y la inteligencia de manejar correctamente un país, preferiría votar por él que por alguien cuya identificación sale solamente de poseer un aparato reproductivo igual al mío. Pero eso no es lo más divertido del caso.
¿Cuántos judíos votarían ahora por un partido nazi? La sola idea suena estúpida ¿no? ¿Qué tendríamos que pensar entonces de las mujeres afiliadas a Josefina o peor aún al PAN? No importa el género del que dirige, sólo le pido que sea capaz de diferenciar entre una violación multitudinaria y un ataque de gastritis. Además, parte del discurso igualitario habla del respeto que se debe exigir para que las chicas salgan a la calle vestidas como sea y que no sufran agresiones. ¿Por eso van a votar por un partido que les prohíbe usar faldas? No vaya a ser que nos provoquen con sus coqueterías y terminen acosadas por su necedad. Bueno… tal vez una mujer en la presidencia equilibre el asunto, el problema es que Josefina ya dijo que seguirán sin poder decidir acerca de su vida reproductiva. Abriste las piernas, ahora te toca tener al niño y lo recibirás con todo el amor que genera un castigo para el resto de tu vida. Mmmm y si decides interrumpir el embarazo, ¡Bote! Yo preferiría un presidente que busque el respeto de mis libertades, aunque no sepa de la dicha de las contracciones. ¿Pero qué importa todo eso si todos tendremos un iPad? Así seremos gente bien. Nada de laptops jodidas, la joya actual de Apple. Qué más da que el partido que representa esta mujer nos quiera legislar hasta la decisión de con quién cogemos.
Por todo esto y muchas cosas más que nos guardamos para no extendernos demasiado, el problema NO es Josefina. En todo caso, pareciera que será más útil intentar movilizar la conciencia de la gente. Y para ello se requiere información. Pero no una información como la que circulamos entre nosotros los interesados en obtenerla. Hay que bajar un poco más. Y no en sentido despectivo. Si alguien no comprende o simplemente ignora estas cosas, menos se le podrá exigir que entienda la compleja maraña de intereses detrás de la “Guerra del Narco” o de los manejos del fraude electoral. Tal vez, la respuesta está en hablar en sus mismos términos. También somos capaces de generar argumentos con un dejo de linealidad. Con la gran diferencia de que éstos si pueden ser útiles y quién sabe, en una de esas y las conciencias comienzan a despertarse.